Una empresa perteneciente a las Fuerzas Armadas
ecuatorianas prestó servicios de seguridad e inteligencia a la petrolera
Chevron, a través de un contrato firmado en 2003, y para cuyo trabajo se
utilizaron fondos públicos, denunció ayer el presidente de la República, Rafael
Correa, durante su acostumbrado enlace sabatino. Mencionó que Sepriv, una
compañía que fue administrada por las FF.AA., formalizó ese compromiso en el
gobierno de Lucio Gutiérrez. La contratista habría recibido el pago de unos 3
millones de dólares. Según Correa, el contrato benefició a Chevron con la
construcción de una residencia dentro de una base militar en la Amazonía, para
lo cual se usaron recursos estatales. Esto, puntualizó el mandatario, trasgrede
leyes nacionales que prohíben una instalación privada dentro de un campamento
militar. Tras calificar como "gravísimo" el hecho, exigió una
explicación de las Fuerzas Armadas. Dijo que enviará la información a la
Asamblea Nacional y a la Contraloría General del Estado, ya que -según afirmó-
hay presunción del delito de peculado. En otro tema, Correa planteó la
necesidad de hacer reformas constitucionales y legales para unificar el sistema
laboral del sector público, a fin de poner límites en los montos de las
indemnizaciones. Los empleados públicos se rigen laboralmente por la Ley
Orgánica del Servicio Público (Losep) y el Código del Trabajo. La existencia de
este último es un anacronismo y debería desaparecer, según Correa.
Por Andrés Indaverea, Gerente de Comunicaciones de Marketing para Latinoamérica en Red Hat Los zapatos siempre cuentan la historia, escribió alguna vez Ruta Sepetys en su libro “Lágrimas en el mar” para sacar a flote relatos que valían la pena ser contados. En el ámbito laboral, los zapatos vienen a narrar la historia de un cambio de paradigma en el que las jerarquías se han desdibujado, los códigos formales se han reinterpretado y las comunicaciones se han abierto. Cuando pensábamos en la imagen típica de un líder ejecutivo dentro de una empresa, solíamos imaginarnos zapatos puntiagudos, de cuero, que brillaban bajo las luces dicroicas de una oficina. Zapatos con suelas impecables, que sostenían el peso de una persona que marcaba el paso para decir “presente” y acostumbrada a que la vayan a ver, en lugar de transitar los espacios de trabajo. Pero si los zapatos cuentan la historia, hay una nueva narrativa: los ejecutivos en zapatillas. Ese estilo bohemio y p...