Pensé que su enfrentamiento con los medios de comunicación era temporal. Hizo falta solo un poco de tiempo para entender que no es así. Su sonrisa se ha borrado y ahora, es el Señor presidente de la Republica, a quien hay que rendirle reverencia.
Aunque su discurso elocuente tras los micrófonos de radio Tarqui parece alentador, claro excusándose por llamar “godita horrorosa” a una colega de la zona del austro ecuatoriano, me doy cuenta que se le han subido un poco los humos al señor presidente. Entiendo que pierda el control una, dos o tres veces, pero no es nada glamoroso verlo respondiendo los insultos, señas, comentarios de tú a tú. Es verdad que muchos medios de comunicación se han ensañado en su contra y que por ello usted tiene que reaccionar. Pero, como de sus labios salió. ¡¡¡Hay que darse su lugar!!!
Que no importe que un Jorge Ortiz lleve la bandera de un banco millonario y se escude tras la pantalla de un televisor, que tampoco importe si un Carlos Vera cambia de opinión porque usted ya no es quien aparentó ser en su campaña electoral. Lo que verdaderamente nos importa a los ecuatorianos es que gobierne y hable menos. Que critique menos también a los periodistas y a los medios en los que trabajamos, la mayoría servimos al pueblo. Claro aunque hay quienes rompen la regla y usted como yo los conocemos.
Lo único que pedimos es tranquilidad, honestidad y que su buen porte no sea solo una apariencia, el cinturón no sirve solo para amarrarse los pantalones sino para azotar la propia conciencia cuando se ha fallado. Respétenos y será respetado.
Por Andrés Indaverea, Gerente de Comunicaciones de Marketing para Latinoamérica en Red Hat Los zapatos siempre cuentan la historia, escribió alguna vez Ruta Sepetys en su libro “Lágrimas en el mar” para sacar a flote relatos que valían la pena ser contados. En el ámbito laboral, los zapatos vienen a narrar la historia de un cambio de paradigma en el que las jerarquías se han desdibujado, los códigos formales se han reinterpretado y las comunicaciones se han abierto. Cuando pensábamos en la imagen típica de un líder ejecutivo dentro de una empresa, solíamos imaginarnos zapatos puntiagudos, de cuero, que brillaban bajo las luces dicroicas de una oficina. Zapatos con suelas impecables, que sostenían el peso de una persona que marcaba el paso para decir “presente” y acostumbrada a que la vayan a ver, en lugar de transitar los espacios de trabajo. Pero si los zapatos cuentan la historia, hay una nueva narrativa: los ejecutivos en zapatillas. Ese estilo bohemio y p...
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