Recuerdo mi época de infancia en la que me disfrazaba de viuda, y con la ayuda de algunos amigos y amigas parábamos el tránsito de la pequeña calle en el barrio Ajaví de la ciudad de Ibarra. Las viudas éramos lloronas, niñas, niños y jóvenes que queríamos hacer sátira en la calle y a cambio de un risa un par de centavos...
Era el momento ideal para bailar junto al "viejo" una casita hecha con ramas de eucalipto, un muñeco con careta (personaje que quiere quemarse ese año), se quema todo lo viejo, generalmente el presidente de la república, un jugador de fútbol, un dibujo animado.
Pasarían más de 15 años desde que me disfrazaba de viuda y esta costumbre no se ha perdido, ha evolucionado. Hoy en las calles las viudas siguen pidiendo unos centavos para dejar pasar un carro... pero han cambiado. Las viudas modernas son personificadas por hombres gordos, delgados, jóvenes y viejos que se pintarrajean los labios y parpados; un lunar sexy cerca del labio, pelucas y ropas minúsculas complementan a las "Viudas de fin de año". Las viudas bailan, bajan al conductor de un carro, lo abrazan lo perrean, y le piden monedas.
Los "viejos" siguen en las calles, esta vez los personajes más frecuentes fueron Chávez, Correa y Morales, otros tenían un Bush apesadumbrado.
Este ritual sagrado es ecuatoriano. Hay ríos de gente por las calles de los barrios, La Tola, La Loma, Las Cinco Esquinas, el gran concurso de Viejos en la Avenida Amazonas recoge a miles de personas.
Así se celebra el fin de año, el pueblo despide todo lo malo y a las doce en punto se queman los muñecos con ropa y careta sin reparo.
A las doce en punto se quema el "viejo" y se le da la bienvenida a un nuevo año, con emociones, proyectos y sueños. Se salta el "viejo", dicen que es de buena suerte gozarse sobre los escombros de un año muerto.
Así se festeja en mi patria, en Quito, Guayaquil y Cuenca, en la tierra ecuatoriana pese a regalaso triburario de fin de año. Se quema el viejo y todo lo malo y en la boca queda el sabor de la victoria y de un rico guaspete.
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