"Estoy en el medio del océano atlántico. Sentado encima de una hamaca en una
islita llamada Ukuptupu. Rodeado por arena, una cerveza, varios insectos,
gente bonita durmiendo cerca, una libreta y mi bolígrafo de la suerte.
Mirando pa’ mi lado izquierdo, pa’ donde la neblina tapa el mar y la noche
tapa a las nubes comencé a recordar la primera vez que escuche a Mercedes
Sosa. Una voz fuerte que recitaba las palabras de León Greco, “Solo le pido
Dios” y que se había metido por las orejas de Pinochet para sembrarle en el
tímpano las palabras de Julio Numhauser con “todo cambia”. Esa voz que
escuché le da esperanza a los habitantes de una islita que se ahoga en el
mar Caribe. Su voz me conectó con todo lo que la escuela no me quiso
enseñar. Me reveló todo lo que me trataron de esconder. Le inyectó vitaminas
a una colonia deshidratada, a mi isla Puerto Rico, una isla que lucha poco
porque sabe poco. La voz de Mercedes hizo que mi papá lanzara piedras cuando
había que lanzarlas. Logró que un pueblo que siempre había sentido miedo
sintiera menos miedo. Con su voz la bandera estadounidense se desaparece y
mi bandera parece que está sola. ¡Mercedes hace magia! Con su voz los
desaparecidos aparecen y abrazan a sus madres. Logró que el folklore se
escuchara más alto que una canción de Madonna. Le regaló sustancia a los
jóvenes. Hoy muere, pero su voz queda como referencia para futuras voces.
Mercedes Sosa fue una mujer que se atrevió a hablar como ningún hombre pudo.
Su voz es tan real como las necesidades latinoamericanas."
SONY MUSIC
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